Los cambios tienden a generar ansiedad e inseguridad. Muchas preguntas sobre el futuro inmediato y a largo plazo inundan nuestras mentes. La incertidumbre puede aparecer y convertirse en huésped de nuestros pensamientos. Los cambios pastorales no son la excepción. Desde que anuncié mi aceptación de un llamado pastoral fuera de Puerto Rico, semana tras semana he tenido que atender inquietudes, intentar calmar ansiedades y contestar muchas preguntas. Muchas de esas preguntas caen en la categoría del “por qué” de mi salida. Tal parece que de forma inconsciente creemos que las únicas razones para culminar una relación pastoral es porque el ministro se retira o porque no le fue bien con la congregación. Pero ese no es nuestro caso: no me retiro de la pastoral y nuestra relación como pastor y congregación ha sido una relación fructífera y llena de razones por las cuáles dar gracias a Dios. Me parece que nuestras constantes conversaciones sobre lo que son las vocaciones cristianas y las respuestas a los llamados del Señor nos han ayudado a procesar la realidad de mi partida. Ahora bien, lo que he podido percibir de la interacción con miembros y amigos(as) es que las preguntas se van moviendo de la categoría del “por qué” a la categoría de «y ahora ¿qué?». Preguntas como: “¿Quién le viene a sustituir?, ¿quién es el próximo pastor?, ¿cuándo llegará el nuevo pastor?, ¿quién está a cargo de la iglesia?, ¿qué pasará mientras tanto?”, y otras preguntas similares son las que he estado atendiendo con mayor frecuencia durante las pasadas semanas. Espero que estas cortas líneas a continuación sirvan para responder a las inquietudes planteadas y traer un sentido de mayor tranquilidad a nuestra congregación.
Las iglesias, como cualquier otra institución social, tienen que organizarse para funcionar adecuadamente. Algunas iglesias se organizan de manera “episcopal”, donde las decisiones son tomadas en una cadena de mando como en la milicia, desde una autoridad superior. En iglesias organizadas de esta forma los “superiores” toman decisiones tales como el nombramiento de pastores a las congregaciones. Ese no es el caso en la Iglesia Presbiteriana (EUA). Nuestra denominación está organizada con un sistema de gobierno democrático representativo en el cuál no son individuos “superiores” los que deciden, sino grupos compuestos por oficiales electos en igualdad de condiciones (por ejemplo: ministros/as, ancianos/as). Por tal razón nuestra congregación no tendrá un pastor “nombrado” por algún “superior”. Nosotros tenemos un proceso organizado para la identificación y selección del nuevo liderato pastoral. Utilizo el término «proceso» para acentuar que no es algo que ocurre de la noche a la mañana, es paulatino, se compone de varios pasos que deben ocurrir en forma ordenada. Lo que explico a continuación es un resumen a grandes rasgos de lo que debe estar ocurriendo próximamente.
Primero. Cuando haya culminado mi periodo como pastor de la congregación, nuestro consistorio tendrá un nuevo moderador(a) nombrado en consulta con el Presbiterio de San Juan. El consistorio es el organismo a cargo de la dirección de la congregación. Se compone de nueve ancianos(as) gobernantes que han sido electos por la congregación y un moderador(a) que es ministro(a) de La Palabra y los Sacramentos. El consistorio se encargará de coordinar el programa regular de la Iglesia, asegurándo que cada semana la Palabra de Dios sea apropiadamente predicada desde nuestro púlpito.
Segundo. Algún tiempo luego de mi salida el consistorio llevará a cabo un autoestudio congregacional, que es un ejercicio para discernir la situación presente de la congregación y el tipo de liderato pastoral que se necesitará de cara a los retos que estos tiempos plantean para la iglesia. Más adelante la congregación elegirá un Comité de Nominación Pastoral (CNP). Ese comité tendrá la encomienda de anunciar la plaza vacante, recibir solicitudes, examinar posibles candidatos(as), buscar prospectos y finalmente recomendar a la congregación la ministra o ministro que considere idóneo para ocupar el pastorado de la Iglesia Presbiteriana en Hato Rey. La congregación votará aceptando o rechazando la nominación hecha por el CNP y el presbiterio la confirmará.
Ese proceso toma tiempo. Puede durar desde varios meses hasta poco más de un año. Es importante que no desesperemos, que mantengamos la constancia en el trabajo de la iglesia, que continuemos todos(as) aportando de nuestro tiempo, talentos y tesoro (ofrendas) para que la misión de la iglesia continúe siempre adelante. El trabajo y la oración deben ser intensos. No es tiempo de recostarse a ver que “otro haga”, sino que cada miembro de este cuerpo que es la iglesia, debe enfocarse en hacer su parte, por sencilla que crea que esta sea. No debemos permitir que las ansiedades apaguen nuestro ánimo. El tiempo de transición y cambio provee una oportunidad única para la iglesia. Es tiempo de discernir la voluntad divina e identificar la persona que ya el Señor eligió para pastorear la congregación de cara a la segunda década del Siglo 21. Dios sigue estando en control de la historia. Dios sigue siendo el Señor de la Iglesia. No perdamos de perspectiva que el Espíritu Santo que ha dirigido y sostenido a la congregación durante 60 años, a través de tiempos de solaz y tiempos difíciles, sigue y seguirá acompañando a su pueblo. Esforcémonos por mantener la unidad, la paz y la pureza de la iglesia, buscando cada día poner en práctica la prédica y práctica del Señor Jesucristo.
Afirmemos nuestra fe en la promesa del Señor: «Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo» (Jeremías 29.11 DHH). §
- Pastor José Manuel
2 comentarios:
Muy bueno. Te felicito. En mi opinión, una Iglesia que vive el evento de vacío o ausencia pastoral" enfrenta una situación compleja dado que (junto al concepto de "proceso" que muy bien describes) el miedo se traga el enfoque que debiéra dedicarse a otro proceso que llamo: "discernimiento". Creo que este es un tema presente en los manuales, pero que pasamos por alto por razones netamente humanas. Y mi observación es esta: mientras se tiene un líder que llena las expectativas, gozamos de una especie de estabilidad y serenidad eclesial, pero una vez eso cambia ---y el miedo se apodera--- la mentalidad empresarial aparece. Y cuando el proceso se sustituye por una "entrevista de trabajo", dejando fuera "el discernimiento pastoral" (y creo que ambos elementos deben estar presentes EN BALANCE) los resultados son similares a una empresa que no escoge correctamente por que busca un empleado que llene la vacante, y no un líder que guíe la visión de la companía. Al actuar así, sin "pesar a los espíritus", demuestra que no está al tanto de sus necesidades o prefiere la seguridad a corto plazo, antes que la estabiliad a mas largo plazo. La necesidad de tener todo bajo control entra en pugna con la confianza que deberíamos mostrar ante este o cualquier otro evento similar en la vida congregacional. Tristemente se relaciona este tiempo de reflexion espiritual con una pérdida de tiempo. No obstante el discerniminento tiene grandes beneficios. Este proceso ayuda a desintoxicar actitudes e ideas erróneas tales como: buscar el clon del pastor anterior--por que era bueno---, buscar la antítesis del pastor/a anterior --por que salió malo---, pensar que "una Iglesia como la nuestra TIENE que tener un pastor/a de inmediato", o más crucial aún, se pierde la maravillosa oportunidad de descubrir nuevos talentos y habilidades "dormidas" entre los bancos. Así como pensamos que Dios provee líderes para el sosten de la obra, deberíamos igualmente añadir que es parte de nuestra mayordomía poner en práctica los dones y virtudes que Dios derrama sobre la Iglesia para su beneficio tales como la paciencia, el buen juicio y el discernimiento.
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