martes, 1 de julio de 2008

Breve Declaración de Fe

La Iglesia Presbiteriana (EUA) es una iglesia confesional. Esto significa que expresa sus creencias y enseñanzas por medio de documentos tales como credos, catecismos, confesiones y declaraciones de fe. Los más antiguos documentos confesionales reconocidos por la Iglesia Presbiteriana (EUA) son el Credo Niceno y el Credo de Los Apóstoles. Hay otros documentos confesionales que datan de la época de la reforma protestante (Siglo 16+) y varios han sido producidos en el Siglo XX. El más reciente de nuestros documentos confesionales fue aprobado para uso de la Iglesia en 1991. El mismo expresa de manera clara y en lenguaje sencillo la fe de la Iglesia Presbiteriana en el tiempo presente. A continuación el texto de la Breve Declaración de Fe—Iglesia Presbiteriana (EUA), según reza en la primera parte de nuestra constitución: El Libro de Confesiones.

BREVE DECLARACIÓN DE FE —IGLESIA PRESBITERIANA (EUA)

I. En vida y muerte a Dios pertenecemos. Por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, confiamos en el único Dios trino, el Santo de Israel, a quien sólo adoramos y servimos.

II. Confiamos en Jesucristo, pleno Dios, pleno humano. Jesús proclamó el reinado de Dios: predicando buenas nuevas a los pobres y libertad a los cautivos, enseñando por palabra y obra y bendiciendo a los niños, sanando a los enfermos y vendando a los quebrantados de corazón, comiendo con los desechados, perdonando a los pecadores, y llamando a todos a arrepentirse y creer en el evangelio. Condenado injustamente por blasfemia y sedición, Jesús fue crucificado, sufriendo hasta el fondo el dolor humano y dando su vida por los pecados del mundo. Dios levantó a este Jesús de los muertos, vindicando su vida sin pecado, rompiendo el poder del pecado y del mal, rescatándonos de muerte a vida.

III. Confiamos en Dios, a quien Jesús llamó Abba, Padre. En amor soberano Dios creó al mundo bueno y hace a cada uno igualmente a imagen de Dios, varón y hembra, de toda raza y pueblo, para vivir como una sola comunidad. Pero nos rebelamos contra Dios; nos escondemos de nuestro Creador. Desconociendo los mandamientos de Dios, violamos la imagen de Dios en otros y en nosotros, aceptamos mentiras como verdad, explotamos al prójimo y a la naturaleza y amenazamos de muerte al planeta confiado a nuestro cuidado. Merecemos la condenación de Dios. Mas Dios actúa con justicia y misericordia para redimir a la creación. Con amor perdurable, el Dios de Abraham y Sara escogió a un pueblo de pacto para bendecir a todas las familias de la tierra. Escuchando su clamor. Dios liberó a los hijos e hijas de Israel de la casa de servidumbre. Amándonos aún, Dios nos hace con Cristo herederos del pacto. Como madre resuelta a no abandonar a su niño de pecho, como padre que corre a dar al pródigo la bienvenida al hogar, Dios sigue aún siendo fiel.

IV. Confiamos en Dios Espíritu Santo, en todo lugar dador y renovador de vida. El Espíritu nos justifica por la gracia mediante la fe, nos deja libres para aceptarnos y para amar a Dios y al prójimo, y nos unifica con todos los creyentes en el cuerpo único de Cristo, la Iglesia. El mismo Espíritu quien inspiró a profetas y apóstoles norma nuestra fe y vida en Cristo por medio de la Escritura, nos capta por la Palabra proclamada, nos hace suyos en las aguas del bautismo, nos alimenta con el pan de vida y la copa de salvación, y llama a mujeres y hombres a todos los ministerios de la Iglesia. En un mundo quebrantado y temeroso el Espíritu nos da valor para orar sin cesar, para testificar de Cristo como Señor y Salvador ante todos los pueblos, para desenmascarar idolatrías en la Iglesia y en la cultura, para oír las voces de pueblos por largo tiempo silenciados, y para laborar con otros por la justicia, la libertad y la paz. En gratitud a Dios, dinamizados por el Espíritu, nos esforzamos por servir a Cristo en nuestras tareas diarias y por vivir vidas santas y gozosas, mientras aguardamos el nuevo cielo y la nueva tierra de Dios, orando "¡Ven Señor Jesús!"

V. Con creyentes en todo tiempo y lugar, nos gozamos que nada en vida o en muerte puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

VI. Gloria sea al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

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