sábado, 20 de abril de 2013

EXHORTACIÓN PASTORAL

Domingo, 21 de abril de 2013

¡"No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros"!

Sócrates, el más grande filósofo de la antiguedad,
tuvo multitud de seguidores; pero también tuvo el número suficiente de enemigos que no toleraron la influencia del gran maestro en la sociedad y, acusándolo de delitos contra la religión y perversión de la juventud, se las arreglaron para que el tribunal lo condenara a muerte.

Sócrates se encontraba en la cárcel y después de despedirse de su mujer, Jantipa, y de sus tres hijos, fue notificado por el enviado del tribunal que ese mismo día al ponerse el sol, debía tomarse el veneno y hacer uso del "privilegio" que se le concedía de acabar él mismo, con su vida.  Cuando estaba a punto de ocultarse el sol y próximo a tomarse la infusión de cicuta, los discípulos más íntimos rodeaban al maestro, llorando desconsoladamente porque iban a quedarse huérfanos.  Sócrates les dio ánimo y se despidió de ellos para siempre.  De hecho, llevó con mucha solemnidad a sus labios la copa con el veneno mortal y al poco tiempo murió.  Los discípulos lamentaron durante toda su vida la ausencia del maestro.

Años después, Jesús de Nazaret, Maestro de Maestros, aunque en circunstancias menos dramáticas, se reunió con sus discípulos y les anunció su partida.  Anteriormente les había hecho saber que sería entregado en manos de sus enemigos, injustamente acusado, vilmente condenado y finalmente ajusticiado como un vulgar malhechor.  Los discípulos presentían un adiós definitivo y, como consecuencia, fueron presa de la tristeza y turbación.  Pero Jesús les dijo:  "No les dejaré huérfanos, vendré a ustedes...  En aquel día ustedes conocerán que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes". (Juan 14: 18-20)

¡Que bien recordaron los discípulos de Jesús las palabras del Maestro el día de la resurrección!  Cristo había cumplido su palabra de no dejarles solos, estaría con ellos por medio de su Santo Espíritu, hasta el fin de los tiempos.  Podrían estar tranquilos y gozosos al sentir a Cristo presente en sus corazones, escuchar sus enseñanzas, interpretar correctamente sus palabras y darles un sentido exacto, hacer frente en su nombre a las dificultades, vivir como familia de hijos de Dios, testimoniar, etc.

¡Nosotros debemos recordar también estas palabras del Señor a los discípulos de todos los tiempos!  Cristo está presente por medio de su Santo Espíritu, en ti y en mi, es parte de tu vida y de mi vida, de la Iglesia.  Dirige, consuela, conforta, enseña, provee, etc.  La comunidad de fe tiene un tremendo potencial, pero debe estar alerta y en constante disponibilidad con corazón humilde, convencida de que el Maestro vive y que su presencia la hace poderosa para que sea instrumento de transformación de esta sociedad.

Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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