Al momento de escribir estas lineas me encuentro ya en la ciudad de Miami, FL. Allí comenzaré una nueva labor como pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Hispana, a partir del próximo Lunes. No voy a una congregación mejor, ni peor: cada congregación es única y tiene su propia personalidad colectiva. Así como el Señor me llevó hace una década para brindar dirección y cuidado a la grey en Hato Rey, ahora me ha traído a esta ciudad a ofrecer mis servicios pastorales a la congregación en Miami. Dado que esta es mi última comunicación oficial a través de las páginas del Hato Rey Informa, hay algunos pensamientos que quiero compartir con ustedes.
PRIMERO. Durante muchos años estuve puntualizando eso que llamamos Los Grandes Fines de la Iglesia, y ahora no es la excepción. Una organización que quiera ser efectiva en cada época que le corresponde servir requiere tener claro cuál es su razón de ser. El concepto de Los Grandes Fines de la Iglesia provee una clara dirección en cuanto a la función de la Iglesia cristiana. Si sabemos como Iglesia para qué hemos sido llamados, entonces sabremos qué es lo que tenemos que buscar y trabajar.
SEGUNDO. Durante las semanas previas a comenzar mi tiempo de vacaciones, le compartía a la sociedad de jóvenes, así como al círculo de oración unas reflexiones tomando como punto de partida el milagro que Jesús realizó para alimentar a una multitud. Este relato aparece en varias versiones en los cuatro evangelios (por ej. Mateo 14.13-21). A vuelo de pájaro: lo que aconteció fue que en una de esas ocasiones en que Jesús enseñaba a una gran multitud los caminos del reino de Dios, se acercaba la tarde/noche y los discípulos le plantearon el “problema” de que la multitud tenía que ser alimentada y ellos no tenían los medios para hacerlo. La idea de los discípulos para “resolver” el problema fue proponerle a Jesús que despidiera la gente. La respuesta de Jesús fue simple: “no tienen que irse, denle ustedes de comer”. Ante la realidad de un proceso de transición pastoral como el que enfrenta nuestra congregación en estos tiempos, es posible que por la mente de varios feligreses y líderes pasen ideas similares a la que tuvieron los discípulos de Jesús en el pasado, pero la idea de Jesús sigue siendo la misma: nadie tiene que irse, hay y habrá alimento espiritual suficiente para todos y todas. Lo que cada una y uno de nosotros tiene que recordar y hacer es poner los recursos que ya tenemos en las manos del Señor Jesús (ya sea en tiempo, talentos, tesoro) y el Señor hará el milagro de seguir alimentando a su pueblo, aún en los momentos complejos de una transición y búsqueda del nuevo liderato pastoral que ya el Señor ha escogido.
TERCERO. Quiero animarles a que re-lean una columna que publiqué hace algunas semanas en el Hato Rey Informa, titulada «Y ahora, ¿qué?». Allí les comparto de manera simple los pasos que deben ocurrir a partir de la culminación de mi pastoral entre ustedes. Les recuerdo que el hecho de que la iglesia no tenga un pastor formalmente instalado, no significa que la iglesia no tenga dirección y esté a la deriva. El Consistorio, compuesto por ancianos gobernantes y un moderador (anciano docente/ministro), es el cuerpo que buscando la dirección del Señor, continuará guiando y orientando la congregación. Sigamos la instrucción del Consistorio que a su vez sigue la dirección del Señor en todos estos procesos.
QUINTO. Mantengamos siempre la calma: nuestros destinos están en manos del Señor. Aquel que diseñó hasta el más mínimo detalle del universo infinito, tiene nuestras vidas y nuestra congregación en sus manos poderosas y sabias. No permitamos que la ansiedad colme nuestros pensamientos. Recordemos la afirmación del Salmista, “pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”, el Señor es mi pastor, nada me falta”. Con esa convicción, mantengamos el paso firme y continuemos haciendo la labor.
SEXTO. Quiero aprovechar esta oportunidad para dar gracias al Señor por el privilegio de haber sido pastor de la congregación en Hato Rey: por la bendición de amar y ser amado por ustedes. Quiero también agradecer a todas y todos los que durante esta década unieron sus esfuerzos para que juntos pudiésemos echar hacia adelante la congregación, esforzándonos cada día en seguir la voluntad del Señor y servir al prójimo de la mejor manera posible. Nos podemos sentir satisfechos y agradecidos por todo lo que juntos logramos hacer en esta década. Pero sobre todas las cosas debemos siempre reconocer que el Señor ha sido el autor y consumador de nuestra fe, el Señor es quien nos ha dado siempre la fuerza, el entusiasmo, la imaginación y el amor para hacer la obra, el Señor es quien siempre debe ser alabado en todo y por todo, y el Señor es quien continuará guiando nuestros respectivos senderos. Por eso lo expresamos siempre con las palabras latinas que aprendimos de nuestros antepasados reformadores: SOLI DEO GLORIA (¡Solo a Dios la Gloria!) §
PRIMERO. Durante muchos años estuve puntualizando eso que llamamos Los Grandes Fines de la Iglesia, y ahora no es la excepción. Una organización que quiera ser efectiva en cada época que le corresponde servir requiere tener claro cuál es su razón de ser. El concepto de Los Grandes Fines de la Iglesia provee una clara dirección en cuanto a la función de la Iglesia cristiana. Si sabemos como Iglesia para qué hemos sido llamados, entonces sabremos qué es lo que tenemos que buscar y trabajar.
SEGUNDO. Durante las semanas previas a comenzar mi tiempo de vacaciones, le compartía a la sociedad de jóvenes, así como al círculo de oración unas reflexiones tomando como punto de partida el milagro que Jesús realizó para alimentar a una multitud. Este relato aparece en varias versiones en los cuatro evangelios (por ej. Mateo 14.13-21). A vuelo de pájaro: lo que aconteció fue que en una de esas ocasiones en que Jesús enseñaba a una gran multitud los caminos del reino de Dios, se acercaba la tarde/noche y los discípulos le plantearon el “problema” de que la multitud tenía que ser alimentada y ellos no tenían los medios para hacerlo. La idea de los discípulos para “resolver” el problema fue proponerle a Jesús que despidiera la gente. La respuesta de Jesús fue simple: “no tienen que irse, denle ustedes de comer”. Ante la realidad de un proceso de transición pastoral como el que enfrenta nuestra congregación en estos tiempos, es posible que por la mente de varios feligreses y líderes pasen ideas similares a la que tuvieron los discípulos de Jesús en el pasado, pero la idea de Jesús sigue siendo la misma: nadie tiene que irse, hay y habrá alimento espiritual suficiente para todos y todas. Lo que cada una y uno de nosotros tiene que recordar y hacer es poner los recursos que ya tenemos en las manos del Señor Jesús (ya sea en tiempo, talentos, tesoro) y el Señor hará el milagro de seguir alimentando a su pueblo, aún en los momentos complejos de una transición y búsqueda del nuevo liderato pastoral que ya el Señor ha escogido.
TERCERO. Quiero animarles a que re-lean una columna que publiqué hace algunas semanas en el Hato Rey Informa, titulada «Y ahora, ¿qué?». Allí les comparto de manera simple los pasos que deben ocurrir a partir de la culminación de mi pastoral entre ustedes. Les recuerdo que el hecho de que la iglesia no tenga un pastor formalmente instalado, no significa que la iglesia no tenga dirección y esté a la deriva. El Consistorio, compuesto por ancianos gobernantes y un moderador (anciano docente/ministro), es el cuerpo que buscando la dirección del Señor, continuará guiando y orientando la congregación. Sigamos la instrucción del Consistorio que a su vez sigue la dirección del Señor en todos estos procesos.
QUINTO. Mantengamos siempre la calma: nuestros destinos están en manos del Señor. Aquel que diseñó hasta el más mínimo detalle del universo infinito, tiene nuestras vidas y nuestra congregación en sus manos poderosas y sabias. No permitamos que la ansiedad colme nuestros pensamientos. Recordemos la afirmación del Salmista, “pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”, el Señor es mi pastor, nada me falta”. Con esa convicción, mantengamos el paso firme y continuemos haciendo la labor.
SEXTO. Quiero aprovechar esta oportunidad para dar gracias al Señor por el privilegio de haber sido pastor de la congregación en Hato Rey: por la bendición de amar y ser amado por ustedes. Quiero también agradecer a todas y todos los que durante esta década unieron sus esfuerzos para que juntos pudiésemos echar hacia adelante la congregación, esforzándonos cada día en seguir la voluntad del Señor y servir al prójimo de la mejor manera posible. Nos podemos sentir satisfechos y agradecidos por todo lo que juntos logramos hacer en esta década. Pero sobre todas las cosas debemos siempre reconocer que el Señor ha sido el autor y consumador de nuestra fe, el Señor es quien nos ha dado siempre la fuerza, el entusiasmo, la imaginación y el amor para hacer la obra, el Señor es quien siempre debe ser alabado en todo y por todo, y el Señor es quien continuará guiando nuestros respectivos senderos. Por eso lo expresamos siempre con las palabras latinas que aprendimos de nuestros antepasados reformadores: SOLI DEO GLORIA (¡Solo a Dios la Gloria!) §
2 comentarios:
Solo unas palabras. Gracias por todo.
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