domingo, 24 de octubre de 2010

Ayuda en el ministerio

«Sólo Lucas está conmigo. Recoge a Marcos y tráelo contigo, porque me es de ayuda en mi ministerio.» (2 Timoteo 4.11 NVI)

Al momento de escribir estos breves pensamientos me encuentro desvelado.  Es domingo, tarde en la noche, mi congestión nasal y dolor de garganta ha empeorado.  El dolor de cabeza no ha podido ser controlado por los medicamentos.  Hoy comencé tratamiento con antibióticos.  También he tenido algo de fiebre.  Estoy pasando lo que parece ser la tradicional "monga" (como le llamamos en Puerto Rico).  Es complicado dormir porque el dolor de cabeza y la congestión me dificultan el respirar con tranquilidad.  La semana que terminó fue una semana fuerte.  Aunque los primeros síntomas de malestar comenzaron a aparecer entre miércoles y jueves, los ignoré pensando que sería algo pasajero.  Así que aunque reduje mi tiempo en la oficina para evitar el polvorín del cemento (como resultado de los trabajos de remodelación del templo), de todos modos seguí la carga de trabajo regular desde otros lugares.  Hoy debí haberme quedado en reposo, pero no tenía el corazón para dejar plantada a la Iglesia Presbiteriana en Quebrada (Camuy, PR), que me tenía como predicador invitado de su 69 Aniversario.  La iglesia local (en Hato Rey) quedó muy bien atendida, así que, con todo y malestar, hice el viaje hasta Camuy.  Disfruté mucho la experiencia de adoración a Dios.  El local estaba lleno de vida y entusiasmo.  La iglesia en Quebrada estaba de fiesta celebrando la fidelidad de Dios y me regocijé llevándoles la Palabra de esperanza y reto.  ¿Resultado de todo ello?  Gran bendición para mi espíritu, pero el cuerpo me está pasando la factura.  (¿Aprenderé alguna vez?)

¿A dónde voy con todo este desahogo?  El dolor de cabeza y la dificultad para dormir me proveen otra oportunidad para reflexionar (sí, con todo y dolor).  El pasaje de 2 Timoteo nos pone en contacto con unas expresiones del apóstol en las cuáles identifica aquellas personas que no han sido de ayuda en su labor ministerial, así como aquellas personas sí lo han sido.  No pude evitar la empatía con el apóstol.  Cuando se es líder de la iglesia (o de paso, de cualquier organización) en muchas ocasiones hay que enfrentar la frustración y la tristeza de ver cómo hay personas que son muy dispuestas a dar instrucciones y opiniones (de todo tipo), pero que a la hora de la necesidad brillan por su ausencia.  Se especializan en dar "ideas" (muchas veces caprichosas) pero no se involucran en convertirlas en acción y mucho menos extienden la mano para ayudar en las ideas y proyectos que otros proponen y llevan a cabo.  Ese tipo de personas siempre ha existido (y parece que siempre existirá) en la vida de la iglesia cristiana.  La segunda carta a Timoteo expone esa triste realidad con expresiones como: «En mi primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron» (4.16).

Ahora bien, de la misma manera que la carta expone la lamentable actitud de aquellas personas que desaparecen cuando son necesarias, también expone la hermosa bendición de quienes se hacen solidarias y «ayudan en el ministerio» (4.11).  Por esas personas doy gracias al Señor.  Nuestra congregación ha estado en un intenso proceso de reparaciones, restauración y remodelaciones al santuario durante los pasados dos años.  Las décadas que tienen nuestras instalaciones físicas han dejado su huella de deterioro natural.  Durante estos pasados dos años hemos levantado fondos y llevando a cabo diversos proyectos según las posibilidades económicas.  Nuestra gratitud a Dios por aquellas hermanas y hermanos que no han perdido el ánimo y de múltiples formas han estado haciendo sus aportaciones económicas para que la iglesia pueda completar sus reparaciones sin incurrir en préstamos ni deudas a largo plazo.  Mucho se ha logrado ya, pero también queda mucho por hacer, así que, continuemos "centavo a centavo" y "dólar a dólar" haciendo nuestra contribución para que la Casa del Señor sea un digno reflejo de nuestra pasión por la gloria divina.  Nuevamente gracias.

De igual forma, con mucha alegría doy testimonio del esfuerzo de quienes han estado dedicando horas, horas y horas de trabajo/labor manual en las diversas tareas de reparaciones y remodelación.  Y les digo, como pastor vuestro, de todo corazón, su dedicación y esmero son de gran inspiración y bendición.  Vuestro trabajo afanoso no pasa desapercibido ante los ojos del Señor.  Verles durante la semana, en diversos horarios, haciendo prácticamente de todo y haciéndolo con dedicación y amor por la obra del Señor es algo que llena mi corazón de recocijo y alegría (aún en medio del dolor de cabeza y la dificultad para respirar).  Vuestras acciones hablan más elocuentemente que mil palabras.  Alabo al Señor con todas mis fuerzas porque ustedes a través de sus diversas aportaciones de tiempo y talentos, me recuerdan que nuestro ser entero debe estar dedicado a hacer posible que se continúe la proclamación del evangelio del reino de Dios para bienestar de toda la humanidad.  Sigan así, firmes, persistentes, sin claudicar.  El testimonio de amor es contagioso y hemos visto como paulatinamente otras vidas se van uniendo a las variadas labores.  Como dice el viejo himno: "el que quiera trabajar hallará también lugar en la viña del Señor".  Siempre hay trabajo y siempre hacen falta vidas que se ofrenden integralmente en el ministerio de la iglesia.  Las posibilidades son ilimitadas, sólo se necesita el buen ánimo, y el deseo de expresar gratitud a Dios por sus abundantes bondades.  Algunas vidas aportarán en unas áreas y otras vidas aportarán en otras... pero toda aportación y esfuerzo hecho con amor sincero redunda en bendición para el pueblo y en la mayor gloria de Dios.

La gracia de Jesucristo sea con todas y todos nosotros.

Con amor,

El Pastor

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