La histeria del consumismo material nos arropa. La temporada ahora es definida por el Comercio y no por la iglesia (por cierto, estamos en Adviento en preparación para la Navidad que se celebra comenzando el 25 de diciembre hasta la Epifanía el 6 de enero). Los centros comerciales se convierten en nuestro lugar de adoración y esparcimiento ¿espiritual? Por todos lados se escuchan las frases clichosas de siempre: “¡Feliz Navidad y próspero año nuevo! ¡Paz a la humanidad!” Es irónico: queremos felicidad, pero no la buscamos en la fuente; deseamos prosperidad, pero no administramos sabiamente lo que a Dios le pertenece (que, por cierto, es todo); queremos paz, pero no trabajamos por la paz, nuestros comportamientos en el diario vivir se inclinan hacia el conflicto y la amargura, y, lo que es peor, los juguetes que compramos a nuestros niños les inclinan y les adiestran para la guerra. Y Jesús... ¿Jesús? Ah... sí, Jesús. Ese es el muñequito que colocamos debajo del árbol en donde “Santa Claus” y los “Reyes” nos van a dejar sus regalos.
Tú y yo «sabemos» que la Navidad es Jesús. Y por esa misma razón debiéramos tener cuidado de no dejarnos arrastrar por lo que acabo de describir. Nuestra vida debe conducirse con prudencia, moderación y sensatez en todas nuestras acciones y expresiones. Nuestra celebración debe ser la más profunda y la más ¡alegre! Sí, ALEGRE porque el nacimiento de Jesús implica que el Dios eterno se acercó a nuestra realidad de manera tan completa que se encarnó. Y al encarnarse, su acompañamiento es total: en nuestra alegría, en nuestros triunfos y en nuestros anhelos así como en nuestros dolores, fracasos y frustraciones. Se encarnó de tal manera que nos ha acompañado hasta en la experiencia de la muerte para traernos de vuelta a la experiencia de la vida, pero no cualquier tipo de vida, sino la vida que es abundante y eterna. ¿Qué tal si cuando llegue la Navidad, separas un tiempo para dar gracias a Dios por su bondad y entrega total, y te comprometes a seguir el ejemplo de Jesús? «Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre “Admirable consejero”, “Dios fuerte”, “Padre eterno”, “Príncipe de paz”...» (Isaías 9.6) §
No hay comentarios.:
Publicar un comentario