lunes, 5 de noviembre de 2012

EXHORTACIÓN PASTORAL

Domingo, 4 de noviembre de 2012
NOVIEMBRE, MES DE CONSAGRACIÓN
En la mayoría de nuestras iglesias el mes de noviembre es denominado, mes de consagración.  Y...¿qué de nuevo hacemos en este mes?  Sencillamente, enfatizar en el concepto de la mayordomía cristiana.  ¿Por qué, entonces, en vez de hablar de mes de consagración no hablamos de mes de mayordomía y así llamamos a las cosas por su nombre?  Sencillamente, porque para entender y vivir en toda su expresión nuestra vocación a la mayordomía debemos ir a su fundamento:  la consagración, la entrega de nuestro corazón a Dios.  
Comparto con ustedes el testimonio de una hermana, que fue miembro de la Primera Iglesia Presbiteriana de Habla Española en Brooklyn, iglesia que tuve el privilegio de pastorear hace ya algunos años.  Su nombre, Marina Rodríguez.
Marina fue parte de aquel grupo de puertorriqueños que en la década de los cincuenta llegó a la Gran Urbe, Nueva York, con el propósito de lograr nuevas y mejores oportunidades de trabajo y, por consiguiente, una mejor situación económica.  Se decía cristiana, pero su interés primordial, como ella confesaba, no era Cristo.  Frecuentaba de vez en cuando iglesias cristianas, pero no era consistente.  A los seis años de vivir en la Gran Manzana, visitó por primera vez una Iglesia Presbiteriana y allí escuchó un sermón que transformó radicalmente su vida.  La Iglesia era la Trinidad en Brooklyn, y el Pastor, el Rev. Néstor Del Valle, recientemente fallecido, quien pastoreó por algún tiempo, según tengo entendido, esta Iglesia Presbiteriana en Hato Rey.  El sermón giró en torno al tema de la mayordomía cristiana y estuvo basado en el texto de Proverbios 23:26; "Dame, hijo mío, tu corazón".  Marina no pudo explicar lo que ocurrió en su interior, pero al sentir que el Señor reclamaba el señorío de su corazón, respondió:  "Heme aquí, Señor", y comenzó a experimentar una gran transformación en su vida.
Tres cosas destacaba Marina que ocurrieron en su vida como consecuencia del cambio que el Señor operó en ella.
En primer lugar, deseaba ardientemente que llegara el domingo para ir a la Iglesia y participar de la Escuela Bíblica y del Servicio de Adoración.  El pretexto de que estaba cansada del duro trabajo de la semana ya no tenía peso, pues era más grande el deseo que experimentaba de ir a la iglesia y gozarse en lo que allí acontecía junto a los/as hermanos y hermanas.
En segundo lugar, se envolvió de lleno en la vida de la iglesia y participaba con entusiasmo en las distintas actividades.  El Señor le ayudó a descubrir, en ese ambiente de compromiso entusiasta, que uno de sus grandes dones, era la visitación.  De esa experiencia, Marina contaba y no acababa.
En tercer lugar, Marina dio mucho énfasis a la responsabilidad de ofrendar con sus bienes materiales al Señor para el sostenimiento de la Iglesia.  A raíz de aquel memorable sermón comenzó a diezmar consistentemente.  Decía que el separar la décima parte de lo que ganaba para el Señor fue siempre para ella fuente de bendición, ya que en adelante nada le faltó.
Enrique, el esposo de Marina, con el tiempo también entregó su vida al Señor.  ¡Qué gran pareja de consagrados!  Me enteré, por medio de una de sus hijas, de que ya los dos moran con el Señor.  Doy gracias a Dios por haberles conocido y porque el testimonio de sus vidas, especialmente el de Marina, fue de bendición para muchas personas.
Que durante este mes, en el que enfatizaremos en la consagración como fundamento de la mayordomía, nos acreciente el Señor en nuestra vocación de mayordomos.
Rev. Salvador Gavaldá Costelló


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