domingo, 17 de marzo de 2013

LA BIBLIA, EL LIBRO DE ORACIÓN

17 de marzo de 2013
El pasado domingo decíamos que los cristianos somos afortunados ya que en la experiencia de la oración tenemos un inspirador, el Espíritu Santo, un Maestro o modelo a seguir, Jesucristo, y un libro de texto, la Biblia.  Hoy, en el domingo que precede a la celebración de la Semana Santa, te invito a reflexionar acerca de la Biblia como el libro de oración del cristiano.
Sabemos que la verdadera oración es ante todo comunicación con Dios, poniendo abiertamente ante Él nuestra vida con toda su compleja realidad y toda la gama de sentimientos que brotan de los más profundo de nuestro corazón.  Ahora bien...¿Dónde encontrar un libro que nos introduzca en la experiencia de una adecuada comunicación con Dios y que nos ayude a crear en nosotros el clima propicio para que nuestra oración sea efectiva?  Puede que tengamos a nuestro alcance algunos libros inspiradores acerca de la oración que nos resulte provechosos, pero el libro de oración cristiano es la Biblia, ya que es el libro inspirado, pues es Palabra de Dios.
Recuerdo haber leído hace ya algunos años que un Capellán de la marina de los Estados Unidos entrevistó a prisioneros que habían regresado a su tierra, después de cuatro o cinco años de reclusión en campos de concentración en Vietnam.  Informó el Capellán posteriormente que muchos de los prisioneros habían sido sostenidos durante el largo y penoso confinamiento por la fe y el poder de la oración.  Dicho en otras palabras, la clave de su supervivencia y de su salud mental fue la íntima, persistente y perseverante relación con Dios.  Como cuestión de hecho, uno de estos prisioneros, declaró que de tiempo en tiempo, durante su largo y triste cautiverio, le hacían llegar una carta de su esposa.  La leía y releía, reflexionando en el contenido durante largo tiempo.  Y...¿cómo respondía?
Primero en su corazón y luego por escrito.  Pero su contestación no agotaba la comunicación con su esposa, ya que después de haberle escrito, por un tiempo disfrutaba mentalmente de la presencia espiritual de ella.  Esto le proporcionaba alegría, paz, consuelo, esperanza, aunque con cierta mezcla de tristeza a causa de la separación.  Pues bien, un día se le ocurrió a este prisionero que su relación con Dios debía ser algo así como la comunicación con su esposa.  Si su esposa le amaba, Dios mucho más.  Entonces vino a su mente que de la misma manera que su esposa se comunicaba con él, Dios también lo estaba haciendo por medio de las Sagradas Escrituras.  La Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios y los distintos libros de la Biblia son en definitiva cartas de amor de Dios a los hombres y mujeres, a sus hijos y sus hijas.  Debía tomar entonces en sus manos las Sagradas Escrituras y leerlas, pensando en que Dios le estaba hablando personalmente.  Por consiguiente, leyó, releyó, reflexionó y dejó que la Palabra de Dios penetrase en su corazón.  Su reflexión le llevó gradualmente a la oración; es decir, a darle una respuesta a Dios.  Comenzó alabarle, darle gracias, sincerarse, pedirle ayuda, etc...., derramando ante Dios toda la gama de sentimientos que bullían en su corazón, como temores, dudas, anhelos, etc...  Hablaba con Dios como un hijo o una hija habla con su Padre o su madre.  Como consecuencia, la Palabra de Dios le trajo consuelo, paz, alegría, esperanza, fortaleza durante los años de duro presidio.  No cabe duda que aquel afortunado ser humano aprendió a orar con la Biblia, creando a su alrededor, a pesar de que las circunstancias le eran adversas, un clima de oración bíblica.
La experiencia de este prisionero nos recuerda que Dios no es una abstracción filosófica y si un ser personal, creador y sustentador de todo, que en su soberanía ha querido mantener una especial relación con el ser humano, para quien en Cristo es también redentor y salvador.  La Biblia es la historia de esa particular relación, y en ella se enfatiza que es Dios el que todo momento toma la iniciativa, ya que es la palabra santa la que inspira y anima al ser humano piadoso a responder, estableciendo una comunicación con Dios.  Nos comunicamos con Dios porque éste se ha comunicado previamente con nosotros.  Es por eso que la oración, como diálogo del ser humano con Dios tiene su origen en su Palabra y acción poderosa.  ¡Qué bien lo expresa Henry J. M. Nouwen!  Nos dice este autorizado escritor cristiano que si estamos decididos a ser mejores cristianos, más espirituales, tenemos que escuchar de manera muy personal e íntima la palabra de Dios tal como nos llega a nosotros en la Escritura, y que esa escucha, traducida en lectura y meditación, nos sumerja necesariamente en la experiencia de la oración.
Tomemos la Biblia, ya que ella nos ayuda a forjarnos en un estilo de oración conforme a la Palabra de Dios, a ser informados e instruidos acerca de la voluntad de Dios, y sobre todo a ser inspirados y capacitados para que ésta traduzca en vida, a pesar de los retos, apremios y contratiempos.

Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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