lunes, 4 de febrero de 2013

LA REINA DE LAS ORACIONES

3 de febrero de 2013

La capacidad que los cristianos tenemos para orar no es un logro o una conquista que nos podamos atribuir; sino que es don de Dios;ya que nos es otorgada por el cielo, por gracia, dada nuestra condición de hijos e hijas de Dios..."Por cuanto sois hijos e hijas, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su hijo, el cual clama:  "Abba, Padre!"(Gálatas 4: 6).
La oración, tanto en su forma personal como comunitaria, se despliega como un abanico en diversos aspectos o "particulares oraciones".  La más conocida y practicada es la oración de petición y súplica, pero la reina de las oraciones es la ALABANZA.
Se cuenta que el Rey Jorge III de Inglaterra se incomodaba, siendo príncipe heredo, al escuchar las alabanzas que en el tiempo se dirigían hacia el Rey.  Cuando subió al trono prohibió terminantemente que sus suúbditos le dedicaran una sola palabra de alabanza en el templo.  Justificaba esta decisión:"Yo no vengo al templo a escuchar alabanzas hacia mi persona, sino a ofrecer las mías a Dios".  Que bien entendió este monarca de Dios y solo Dios es "digno de suprema alabanza y su grandeza es inescrutable"! (Salmo 145: 3).
El momento de la alabanza es uno particularmente significativo, ya que  el ser humano deja de mirarse y preocuparse por sí mismo, como hace cuando pide y suplica, para poner su atención directamente en el Señor.  ¿Es esto importante?  Claro que sí.  Miren, el Dios que conocemos se nos revela ante todo como uno digno de alabanza por ser quien es, el "YO SOY EL QUE SOY", YAHWEH, EL QUE ES y hace que todas las cosas existan y sucedan, el Ser Supremo, el Soberano, el Dios de poder y majestad, el Creador y Provisor, el que en Cristo, expresión suprema de su amor, nos redime y nos salva.  Es entonces, cuando el ser humano, consciente de esta verdad, reacciona  sobrecogido en lo más profundo de su ser, de su espíritu, alabando, adorando, glorificando, bendiciendo, ponderando, ensalzando a Dios.
La enseñanza bíblica es clara y consistente.  En el Antiguo Testamento son los autores de Los Salmos los que nos invitan con la insistencia y el encanto que son característicos en la poesía hebrea a entrar en la alabanza a Dios con todo lo que somos y tenemos, es decir, con nuestra vida.  Es mas, cuando entienden que sus voces no bastan para celebrar la grandeza de Dios los autores sagrados, desde la experiencia de su propia vida, invitan a unirse a ellos en su alabanza a todos los pueblos de la tierra, con todos sus habitantes, a la creación entera, al cielo, al mar, a los seres animados e inanimados, y hasta se atreven a invocar a los mismos ángeles, los cuales están frente al Señor y no pueden hacer otra cosa que alabarle.  Un buen ejemplo de esto es el Salmo 148.
En el Nuevo Testamento prestamos particular atención a lo que Pablo nos dice:  "Sean llenos del Espíritu Santo...cantando y alabando al Señor en sus corazones, dando gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Efesios 5: 18-20).  Notamos que el Apóstol relaciona estrechamente la alabanza con la acción de gracias, ya que si bien es cierto que la alabanza va mas bien dirigida a Dios por ser quien es y por sus atributos(grandeza, justicia, bondad, misericordia, etc.) nos distingue con sus dones.  Y es ahí donde la alabanza y la acción de gracias se encuentran en un mismo movimiento del espíritu.
Observamos también que el Apóstol nos exhorta a alabar a Dios y darle gracias por todo.  ¿Alabar y dar gracias por todo?  El que escribe es Pablo, quien se encuentra preso en Roma, esperando ser juzgado por el Emperador, con la incertidumbre de si quedara libre o será ejecutado.  Y es que, al igual que Pablo, sabemos por experiencia que el contratiempo y el sufrimiento nunca falta en nuestra mesa existencial.  Lo importante no es lo que nos suceda en la vida, sino,lo que hacemos con lo que nos sucede.  Presentarlo todo al señor con alabanza y acción de gracias es una excelente alternativa, ya que la fe invita a glorificar a Dios y darle gracias,  cultivando el sentido de deuda, pues cada día que pasa, independiente de lo que suceda, encontramos suficiente material para decirle a Dios:  "Alabado seas, Señor.  Gracias por todo.".  ¿Acaso Dios en los momentos difíciles deja de ser nuestro Dios, amarnos, acompañarnos y ayudarnos?
Finalmente, recordemos que cuando alabamos a Dios y le damos gracias en esta vida, estamos haciendo lo que haremos en la eternidad cuando la alabanza y la acción de gracias ya no estarán condicionadas por la fe sino por la visión.  "Amen.  La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra, y el poder y la fortaleza, sean nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amen"(Apocalipsis 7:1)
Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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