domingo, 3 de marzo de 2013

CELEBRANDO LOS DONES DE LA MUJER

Domingo, 3 de marzo de 2013
Sí, efectivamente, hoy, primer domingo de marzo, celebramos, encomiamos, festejamos el quehacer de nuestras mujeres en la Iglesia de Cristo, ya que todos estamos conscientes del valioso papel que la mujer ha desempeñado y desempeña en los propósitos de Dios para este mundo, tanto en la antigua situación etapa de la promesa, como en la nueva, etapa de realización o plenitud; en fin, cada momento providencial y de gracia.
En el Antiguo Testamento, a pesar de que muchos pasajes reflejan las corrientes culturales que permeaban en aquel mundo donde, entre otras cosas, la mujer estaba subordinada incondicionalmente al hombre, reconocemos y apreciamos la función que muchas mujeres realizaron, por su gran fe e incondicional disponibilidad, en aquella importante etapa de la salvación.  Pensemos en Sara, esposa de Abraham y madre de Isaac; Raquel, esposa de Jacob y madre de José y Benjamín; María, hermana de Moisés, famosa por su cántico:  "Cantaré yo a Jehová porque se ha magnificado grandemente"; Débora, juez y profetiza, relacionada también, junto a Barac, con otro inspirador cántico, entonado después de derrotar a Sísara; Noemí, esposa de Elimelec; Rut, nuera de Noemí y esposa de Booz, antepasados de David; la prostituta Rajah; Ana, esposa de Elcana y madre de Samuel; Abigail, esposa de Nabal; la viuda de Sarepta y la mujer sunamita, relacionados respectivamente con los profetas Elías y Eliseo; Ester, sobrina de Mardoqueo y esposa de Asuero; etc...  En fin, la historia de cada una de estas mujeres se nos presenta como un elocuente testimonio de fe y esperanza en Dios y su designio para la humanidad.  No pretendieron ninguna de ellas ser heroínas, pero nos enseñaron a descubrir que la misión que Dios nos asigna, hecha en sintonía con Él, produce resultados sorprendentes.
Al llegar al Nuevo Testamento, tanto los Evangelios como el libro de los Hechos y las cartas, particularmente las paulinas, vemos que se registra con claridad meridiana el compromiso de las mujeres en torno a la figura de Cristo y su Ministerio.
El judaísmo tardío, el del tiempo de Cristo, se radicalizó en su relación con la mujer, tornándose en ocasiones dramáticamente discriminatorio y denigrante.  Si tenemos en cuenta este fenómeno, encontramos que la actitud de Jesús con relación a la mujer tuvo matices revolucionarios, ya que la coloca al nivel del hombre en dignidad y, junto al hombre, está llamada a vivir y trabajar en igualdad de condiciones, derechos y obligaciones, en la novedad del Reino de Dios.  Si con el tiempo y en ocasiones no se ha entendido así, es otro asunto; pero Cristo fue claro.
Si bien es cierto que las mujeres no fueron enviadas en los días del ministerio público de Jesús, como se hizo con los hombres, a predicar y sanar, no es menos cierto que contribuyeron no sólo de una manera eficaz, sino generosa(hasta con sus bienes materiales), junto a Jesús, en la proclamación de la Buena Nueva del Reino.  Lucas menciona expresamente a María Magdalena, a Juana, mujer de Chuza, ya a Susana.
Testigos de primer orden fueron las mujeres en la muerte de Jesús y en su resurrección.
Función muy destacada desempeñó María en calidad de esposa de José y madre de Jesús de Nazareth..."He aquí la esclava del Señor; hágase en mí conforme a tu palabra".
No podemos olvidar a Elizabeth, esposa de Zacarías y madre de Juan el Bautista; Ana, la profetiza que "que hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén"; la viuda de Naín; la mujer que entró en la casa de Simón el fariseo; la mujer que tocó el manto de Jesús; la mujer encorvada sanada en un día de reposo; la mujer sirofenicia; y las hermanas de Lázaro, Marta y María.
Después de la resurrección de Jesús, las mujeres permanecieron unánimes en oración junto a los discípulos.  Concretamente el texto sagrado destaca la presencia de María, la madre de Jesús.
En el proceso de consolidación de la Iglesia y la proclamación del evangelio por el mundo, las mujeres trabajaron con visión, entusiasmo y eficacia sin traumas ni reservas por el hecho de ser mujeres, dando lo mejor de ellas mismas en la gran comisión.  Destacamos a María, la madre de Juan Marcos, en la Iglesia de Jerusalén, Lydia de Tiatira en Filipos, Priscila, esposa de Aquila, en Corinto, y Febe, la diaconisa de Cencrea.
El Apóstol Pablo celebra al dirigirse a su discípulo Timoteo, el testimonio de fe de la abuela de éste, Loida, y de su madre Eunice.  Hoy nosotros celebramos con el mismo entusiasmo el que, en el transcurrir de la historia de la Iglesia, especialmente de la Presbiteriana, tanto en los Estados Unidos como en Puerto Rico, las mujeres hayan seguido escribiendo páginas gloriosas de fidelidad y amor al Evangelio, sirviendo al Señor y contribuyendo excelentemente en la construcción de un mundo mejor y más justo.
Yo personalmente doy gracias desde estas páginas a Dios por tres mujeres que de una manera especial han influido, como ángeles del Señor en mi vida.  Me refiero a Abigail Vega(q,e.p.d.); a Ana Inés Braulio y a Zulma M. Corchado. Celebro hoy su existencia y sus dones y la celebraré siempre; como celebro también y celebraré la de tantas mujeres que he conocido y conozco en este caminar en la experiencia incomparable de la fe y han contribuido a enriquecer mi relación con Jesucristo y compromiso con su Iglesia.
Felicidades a nuestras mujeres cristianas, especialmente a las de nuestra Iglesia Presbiteriana en Hato Rey, por los dones con que Dios las ha distinguido y por su disponibilidad para hacerlos fructificar.
En fin...felicidades y gracias a Dios por el don de la mujer en la Iglesia y para la Iglesia.

Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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