domingo, 28 de abril de 2013

EXHORTACIÓN PASTORAL

Domingo, 28 de abril de 2013.
El pasado lunes, día 22 de abril, celebrábamos el Día de la Tierra. Como en años anteriores se nos invitó a reflexionar seriamente en la importancia de amar y cuidar nuestro planeta. Este año el lema de esta importante celebración fue "el rostro del cambio climático", ya que, en palabras de Ban Kimoon, Secretario General de la ONU, urge "reafirmar nuestra responsabilidad colectiva de promover la armonía con la naturaleza en un momento en el que nuestro planeta se encuentra amenazado por el cambio climático, la explotación insostenible de los recursos naturales y otros problemas creados por el ser humano".
Esto aplica a todos los habitantes de este planeta, pero particularmente a los de esta bendita Isla de Puerto Rico, ya que por aquello de nobleza obliga, hemos sido bendecidos por el Creador con una tierra bella y generosa.
Aunque desde mi pequeña terraza, (vivo en Laguna Gardens), disfruto de la incomparable vista del Yunque, suelo alejarme cuando la ocasión es propicia del área metropolitana y adentrarme en la Isla. Cada vez que lo hago, doy gracias a Dios porque todavía se puede disfrutar de un bello paisaje. ¡Cuántos matices de verdor escoltan el serpenteante camino montañoso y qué refrescantes, variados y juguetones saltos de agua! Pero, ante tanta bondad del Creador, no dejo de preguntarme en algún momento con cierta preocupación: ¿Por qué nos deshacemos tan fácilmente de nuestras montañas y cauces de ríos, pero sobre todo de los árboles? ¡Sí, de los árboles! ¡Sí los árboles desde que nacen son para nosotros fuente de bendición! ¿No será que en el fondo los envidiamos y por eso tronchamos su legítimo desarrollo? Quizás cueste aceptar cosas que los árboles nos recuerdan para mejorar nuestra relación con los demás y con el medio en el que vivimos. Por ejemplo, los árboles son particularmente generosos, ofreciendo mucho a cambio de nada. Es más, cuando los mutilamos, renacen con vigor para seguir dándose. Además, en su desarrollo conviven en armonía unos con otros y no abusan de la tierra, tomando sólo lo estrictamente necesario para alimentarse. ¡Qué gran lección! ¿Sabían que bíblicamente el árbol es signo tangible de la fuerza vital y de la provisión que ha esparcido Dios en la naturaleza creada?
Aunque lamentamos tanto maltrato en el mundo entero a nuestra tierra y abuso despiadado de sus recursos, hoy agradecemos al cielo el hecho de que, con el transcurrir del tiempo, se esté tomando conciencia de una buena mayordomía del planeta que habitamos. En el fondo, se trata de responder al propósito de Dios sobre los hombres y mujeres, seres privilegiados de la creación, teniendo en cuenta lo que somos y la responsabilidad de hacer buen uso de lo que se nos ha confiado. Por eso hoy, desde la perspectiva cristiana, se habla con mejor conocimiento y más énfasis que ayer de la mayordomía de la tierra o del ambiente. Y es que los habitantes de este planeta nos encontramos en una trascendental encrucijada: O cuidamos nuestra tierra y sus recursos o, más temprano que tarde, lo vamos a lamentar.
Lamentablemente vivimos en un mundo donde parece prevalecer aquello de "sálvase el que pueda". Y eso se aplica particularmente a la tierra y sus recursos. Los seres que habitamos este planeta no sólo damos la impresión de estar empeñados en destruirnos violentamente unos a los otros, sino que estamos decididos a acabar con la naturaleza contaminándola y explotándola sin misericordía al pretender acabar con los árboles, animales, bosques, selvas, montes, lagos, ríos, etc. Necesitamos, pues un cambio radical en nuestro pensar, sentir y actuar con respecto a nuestra tierra.
La Biblia, fuente de revelación divina, habla con claridad meridiana de la responsabilidad de cada uno de cuidar efectivamente la tierra y sus recursos. Ya en las primeras páginas, al narrarnos la creación del mundo y todo lo que lo habita, se establece que el ser humano no es dueño del mundo y sí un administrador. De no administrar adecuadamente, las consecuencias serán trágicas, ya que la vida humana se llenará de sufrimiento y dolor.
Es significativo el hecho de que Dios al escoger al pueblo por medio de la cual trajo restauración y salvación a la humanidad, le hizo caer en la cuenta de que Él no era sólo el salvador que le sacó de la esclavitud del Faraón, sino el Creador y Señor de todo cuanto existe. Como cuestión de hecho, un aspecto importante de la bendición de Dios es la promesa de una tierra. Y cuando Israel tomó posesión de ella, la Tierra de Promisión, donde cada miembro del pueblo fue llamado a vivir en libertad y prosperidad, se tuvo bien presente que la tierra y sus recursos son don de Dios, y se legisló para que nadie se creyera dueño absoluto de ella ni con derecho a abusarla.
Como señalabamos anteriormente, en medio de tanta reserva por el futuro de nuestro planeta, hay esperanza de que las cosas mejoren. Vemos a hombres y mujeres de todos los estratos sociales y religiosos que levantan su voz a favor de nuestra tierra y, lo mejor, con su acción sellan su voz de denuncia.
Nos produce mucha alegría la noticia de que la Organización de las Naciones Unidas otorgara al Dr. Ariel Lugo, hijo de nuestros amigos y hermanos Dr. Herminio Lugo y Ramonita Álvarez, la distinción de "Héroe del Bosque", por su valiosa contribución a la conservación, el cultivo y aprovechamiento de los bosques y montes. Necesitamos personas como el Dr. Lugo, Director del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical del Servicio Forestal de los Estados Unidos, para que nuestra tierra sea gratamente habitable y sus recusos adecuadamente utilizados.
Quizás pensemos que nosotros no podemos hacer grandes contribuciones como el Dr. lugo y otros, a la conservación del planeta y sus recursos. Recordemos siempre que nuestra misión ser buenos mayordomos y, en la medida de lo posible, cuidar con nuestro granito de arena nuestro entorno ya que Dios lo ha creado para nuestro disfrute y bienestar. Hay múltiples maneras de contribuir. Tú bien sabes y yo también.
Dios te bendiga mucho en el ejercicio de la buena mayordomía de la tierra y sus recursos.

Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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