domingo, 21 de octubre de 2012

EXHORTACIÓN PASTORAL

Domingo, 21 de octubre de 2012

Calvino y su obra literaria
Octubre es el mes de la Reforma Protestante.  Los presbiterianos somos parte de aquellas Iglesias Cristianas, llamadas históricas, que surgieron a raíz de la reforma del Siglo XVI, siguiendo el pensamiento teológico del gran reformador Juan Calvino.  ¿Qué tal si repasamos brevemente la gran aportación literaria de Calvino al corriente del pensamiento cristiano?
En marzo de 1536, Juan Calvino, que para entonces contaba con 26 años, publicó la primera edición de su famosa obra INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA, escrita en latín clásico, que era el idioma de la gente culta por aquellos tiempos en todos los países europeos.  Ese pequeño librito de solo 6 capítulos fue revisado constantemente, ampliado y enriquecido por su autor a lo largo de los años y tras la revisión final poco tiempo antes de su muerte, se publicó la edición definitiva en 1559, y para entonces la obra completa constaba de cuatro grandes tomos como capítulos.  Esta obra fue y sigue siendo el legado teológico más importante de los reformadores del siglo XVI para los siglos que habrán de venir, y aún hoy sigue siendo el texto obligado de estudio y consulta en seminarios y bibliotecas de todas las denominaciones cristianas, altamente estimado por la sobriedad de su estilo, claridad de pensamiento y fuerza lógica, convicción y sinceridad en sus afirmaciones; cualidades que reflejan la profunda preparación académica de su autor, dominio de los idiomas originales, autoridad de carácter, estilo sistemático de excelente abogado, pero más que todo una fe profunda y conocimiento riguroso de la Palabra de Dios.
Más tarde, Calvino hizo personalmente la traducción al idioma francés, en un estilo que según los entendidos, es refinado y elegante, de tal manera que Calvino es considerado como uno de los forjadores del francés moderno,  La primera traducción al español fue hecha por Cipriano de Valera, el mismo humanista que hizo la revisión de la Biblia traducida por Casiodoro de la Reina, que es la más usada en nuestras Iglesias.  Recientemente han aparecido numerosas ediciones eruditas de la Institución de Calvino, tanto en francés, como inglés, español, alemán, italiano, ruso, japonés y otros idiomas.
La obra fue dividida por Calvino en 4 libros, siguiendo el esquema teológico del Credo de los Apóstoles.  Evidentemente Calvino estaba familiarizado con la amplia gama de las doctrinas cristianas, tal como fueron interpretadas por los teólogos de los primeros siglos y los llamados "padres de la Iglesia", tanto de oriente como de occidente, pero de manera muy especial fue influenciado por el insigne teólogo del siglo IV Agustín de Hipona, quien asimilando sabiamente las enseñanzas del Apóstol Pablo, delineó en forma sostenida la doctrina de la elección de los salvos, mejor conocida por "predestinación", la cual fue adoptada, comentada y defendida decididamente por Calvino, llegando a ser una de las doctrinas características más importantes de su teología, compartida en ese aspecto por la mayoría de los reformadores, incluídos Juan Knox, Lutero y Melanchton.
Pero ésta no fue la única obra producida por la prolífica pluma de Calvino, pues el número de obras que publicó llega a 96(Thea Van Halsema en su libro "Así fue Calvino" pág. 237); la mayoría con comentarios bíblicos.  Comentó todo el Antiguo Testamento, libro por libro y prácticamente todo el Nuevo Testamento, con excepción de Apocalípsis. Acerca de todo esto, dice el teólogo Phillip Hughes:  "Los comentarios de Calvino representan una sorprendente y completa ruptura con el método alegórico, retorcido y complicado de los eruditos escolásticos.  Interpretó las Sagradas Escrituras de acuerdo a su plan principal, recto y de sentido natural, esto es como la misma Palabra divina dirigida a los hombres".
Calvino publicó un manual para la celebración de los sacramentos, otro para la preparación de catecúmenos, un catecismo y varios tratados teológicos de carácter específico enmarcado en las frecuentes controversias doctrinarias de aquellos días; en uno de ellos responde a los defensores del "libre albedrío", en otro demuestra la falsedad de las llamadas "relíquias" populariadas por la iglesia romana  y un minucioso comentario a los acuerdos del Concilio de Trento, convocado especialmente para enfrentar los efectos de la Reforma Protestante con la llamada Contrareforma.  No era el entusiasmo por la controversia lo que lo impulsaba a escribir y predicar ardorosamente, sino el entusiasmo por la verdad y su arraigado deseo de que las iglesias llamadas "cristianas" se sometieran a las normas establecidas por la Palabra de Dios no a las enseñanzas caprichosas y tergiversadas de teólogos y funcionarios eclesiásticos ambiciosos de poder y preponderancia.
Calvino, al igual que otros reformadores, dio marcada importancia al canto del pueblo en el culto religioso como parte de la adoración a Dios.  El canto comunitario era algo prácticamente inexistente en la iglesia romana, donde los únicos que cantaban eran el sacerdote oficiante y el llamado "maestro de capilla" u organista oficial de la iglesia, algunas veces acompañado por un coro.  Puesto que la himnología cristiana era muy limitada, Calvino promovió la composición de himnos y él mismo adaptó la letra de algunos salmos para ser cantados en la iglesia.  Llamó a un famoso músico y compositor llamado Louis Bouargois, quien por 17 años dirigió la parte musical en la iglesia de Ginebra.  Fue él quien compuso aquel hermoso himno que aún utilizamos en nuestras iglesias "Cantad alegres al Señor", y fue él quien comenzó con la interesante costumbre de colocar el número de los himnos que se van a cantar en algún lugar visible al frente del público.  En 1952 bajo los auspicios de Calvino, se publicó el primer Salterio Ginebrino, que fue usado en muchísimas iglesias por largo tiempo.
En la obra "Juan Calvino, profeta contemporáneo", que es una antología acerca del gran reformador, escribe el teólogo y comentarista Phillip Hughes(Pág. 95 y 96):  "Es difícil imaginar que tan prolífico autor estuviese también a diario, ocupado en una multiplicidad de otros deberes, predicando todos los días de la semana, dando conferencias de teología de lunes a domingo, ocupando su lugar en las sesiones del Consistorio, instruyendo al clero, sin abandonar el Consejo y teniendo siempre una hábil mano en el gobierno de la ciudad, visitando enfermos, aconsejando a los necesitados, recibiendo numerosas personas que venían a visitarlo, no sólo de Ginebra sino de lugares distante de Europa, y dándose de todo corazón a todos sus amigos con una amistad cálida, que tanto significó para él y para todos...¿Cómo pudo un hombre tan débil físicamente, tan frágil, acosado por varias enfermedades, lograr tan prodigiosos resultados?  La respuesta la encontramos en las palabras del Apóstol Pablo:  "Tenemos empero, este tesoro en vasos de barro para que la alteza sea del poder de Dios y no de nosotros... por tanto no desmayemos, antes aunque este hombre nuestro exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en día"(II Corintios 4:6-16).

CALVINO

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