domingo, 19 de mayo de 2013

EXHORTACIÓN PASTORAL

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

"Una particular y eficaz presencia"

En la plaza Roja de Moscú hay una famosa tumba, la de Vladimiro Ilich Utianov(Lenin), visitada en el pasado por millones y millones de seguidores y hoy, por escasos seguidores y bastantes curiosos.  El cuerpo se conserva en una urna de cristal a base de costosos tratamiento de químicos.  Allí hay una inscripción:  "Fue el más grande dirigente de todos los pueblos y de todos los tiempos.  Fue el salvador del mundo".  Es curioso... En las afueras de Jerusalén hay otra famosa tumba, excavado en roca, sencilla, visitada también por millones de personas.  Se le conoce como "La Tumba Vacía", y a la entrada hay una inscripción que dice:  "No está aquí...¡Ha resucitado!".  Es la tumba en la que fue depositado el cuerpo del Maestro de Galilea.  Lenin, como cualquier ser humano por famoso que haya sido... fue; sin embargo, Jesús de Nazareth... es, ya que ha resucitado y vive eternamente...  "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?...  Y porque vive tiene pleno cumplimiento la trascendental promesa:  "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo"; de modo que cada uno de nosotros, sus seguidores, podemos experimentar una particular y eficaz presencia de Jesús, el Resucitado, el Señor, el Cristo, en nuestra vida.

No cabe duda que la ausencia física de Jesús, una vez que resucitó y ascendió al cielo, debió suscitar una tremenda preocupación para sus inmediatos seguidores, cuyas vidas estuvieron tan impregnadas de la presencia física del Maestro y Señor...  ¿Cómo oírle?...  ¿Cómo interpretar sus enseñanzas y dar sentido a las mismas?...  ¿Cómo hacer frente a las dificultades que puedan surgir?...  ¿Cómo sentir el apoyo, consuelo y dirección de Jesús ante las mismas?...  ¿Cómo continuar su obra en la tierra?...  ¿Cómo organizarse como seguidores del camino, si el que es Camino apenas ha dejado esbozada la estructura de lo que posteriormente será llamada Iglesia?...  ¿Cómo ser buenos testigos de la Comisión?...  En fin...  ¿Cómo...?  Etc...  ¡Preguntas muy genuinas!  Es por eso que el Apóstol Juan les recuerda a los primeros cristianos en su evangelio lo que dijo Jesús, poco antes de partir, acerca de la naturaleza y particular presencia, una vez glorificado, y de la eficacia de esa presencia en la vida de su iglesia...  "Creéis en Dios, creed también en mí...  No se turbe vuestro corazón...  Me voy, pero con un propósito...  Descuidad, no os dejaré huérfanos".  E inmediatamente, Jesús empieza a describir la verdadera naturaleza de esa nueva presencia:  "Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador (állon parákleton=de la misma naturaleza) para que esté con vosotros para siempre...  El espíritu de la Verdad" es más...  "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendrá a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré.  Y... ¿qué hará?...  "El Consolador, el Espíritu de la Verdad, a quien el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho"...  Y en esto de enseñar y recordar...  "No hablará por su propia cuenta; porque tomará de lo mío y os lo hará saber... Y haciendo esto...  me alabará y me honrará al mostraros mi gloria".

¡Qué palabras tan trascendentales!  ¡Dios se hace presente en Cristo en el corazón de cada creyente por medio de su Santo Espíritu!...  ¿Cuándo y cómo ocurre esto?  Es necesario para contestar a esta pregunta, asomarnos con renovada disposición a la experiencia de fe de los primeros discípulos de Jesús el día de Pentecostés, y valorar cada uno de los elementos que son parte de la riqueza inagotable de aquella primera efusión del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.

El libro de los Hechos se abre con la narración de la última aparición de Cristo Resucitado, antes de ascender al cielo.  Los discípulos, a partir de ese momento, no volverían a verlo con los ojos físicos.  Antes de ascender al cielo, les mandó que no se fueran de Jerusalén y allí esperasen la promesa del Padre, la cual oyeron de él...  "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro no de pocos días".

¿Qué puede significar el bautismo con el Espíritu Santo?, nos preguntamos...  ¿Acaso aquellos primeros cristianos no habían sido testigos de la resurrección de Cristo y la habían internalizado?...  ¿No habían elegidos y llamados, a la luz de la resurrección, para ser discípulos de Jesús?...  ¿No habían sido comisionados por el mismo fulgor de la resurrección para ir por el mundo y predicar el Evangelio y revestidos de autoridad para realizar en el nombre del Señor hechos portentosos?...  Al parecer, a estas alturas, los inmediatos seguidores de Jesús todavía no habían comprendido el sentido profundo del significado de ser bautizados dentro de no pocos días con el Espíritu Santo, y piensan en la posible restauración del reino de Israel.  Jesús no contesta directamente a la pregunta de sus discípulos de cuándo va a ser restaurado el reino de David, y pasa a explicar el bautismo con el Espíritu Santo diciendo:  "Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los confines de la tierra".  Esta afirmación en labios de Jesús es clave e indica la finalidad del derramamiento del Espíritu y, por consiguiente, del bautismo del Espíritu que los discípulos están a punto de recibir.  Recibirán el poder del Espíritu Santo, que es poder de Dios y serán, gracias a Él, testigos eficaces del Resucitado en todos los lugares del mundo.  Obedeciendo la orden de Jesús, los discípulos permanecen "unánimes juntos" (Unidos en corazón y propósito) en Jerusalén, no sin antes "perseverar en oración y ruego", cuando llega el día de Pentecostés.  ¿Qué pasó ese día?  El Espíritu Santo fue derramado en los corazones de los primeros seguidores del Señor Jesús, y ese derramamiento estuvo acompañado de signos, señales que se vieron y sintieron:

  • Estruendo de viento recio que llenó todo el aposento alto, signo del poder de Dios.
  • Lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de los discípulos, signo del testimonio ardiente.
  • Oír hablar a los discípulos de Jesús y cada uno de los pueblos allí representados escuchar el mensaje en su propia lengua, signo de la universalidad el mensaje cristiano.
"¿Qué está pasando?", se preguntaron los habitantes de Jerusalén unos a otros atónitos y perplejos.  No faltaron los que se burlaron de los discípulos, pensando que estaban ebrios.  "No estamos ebrios", proclamó Pedro, poniéndose en pie.  "Ocurre lo que dijo el profeta:  En los postreros días, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre toda carne... Y todo el que invocare el nombre del Señor será salvo".

Pentecostés, tiempo del Espíritu, de la convocación, de la Iglesia, de renovación, tiempo propicio, de gracia y salvación, hora de Dios...  "Todo el que invocare el nombre de Dios será salvo"...  Invocar el nombre de Dios no es otra cosa que, con arrepentimiento de los pecados, en expresión de fe y confianza, aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador, ya que en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos" (Hechos 4: 12).

Pentecostés no es sin más un evento del pasado, que ocurrió hace muchos años atrás, sino que es una realidad perenne, porque Dios ha reclamado, reclama y reclamará el corazón del ser humano para transformarlo por medio de su Santo Espíritu y conquistarlo para Cristo.  ¿No te parece fascinante el mensaje de Pentecostés?

Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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