viernes, 24 de mayo de 2013

EXHORTACIÓN PASTORAL

DOMINGO DE LA TRINIDAD

EL ESPÍRITU SANTO Y JESUCRISTO
El pasado domingo celebrábamos la fiesta de Pentecostés.  En el mensaje se nos invitaba a reflexionar acerca de la particular y providencial presencia de Cristo Resucitado en cada uno de los creyentes por medio del Espíritu Santo.  ¿Qué tal si este domingo, que sigue inmediatamente al de Pentecostés, reflexionamos en la exhortación pastoral acerca de la estrecha relación entre el Espíritu Santo y Jesús, el Cristo.
Ireneo de Lión, escritor cristiano del Siglo II, describe simbólicamente a Dios Padre extendiendo sus brazos al mundo.  Uno de los brazos simbolizan a Cristo, quien vino al mundo para redimir al ser humano del pecado con el poder de la cruz; el otro brazo simboliza al Espíritu Santo, quien obra en cada uno de nosotros convenciéndonos del amor y el perdón de Dios, manifestado en la obra redentora de Cristo y capacitándonos, por medio del don de la fe, para responder al proyecto de vida eterna que el cielo gratuitamente nos ofrece.  En ambos brazos Dios Padre nos acerca su corazón.
Si hemos de vivir una vida victoriosa, como señaló Billy Graham, necesitamos el doble don:  Por una parte la obra de Cristo por nosotros y, por otra, la obra del Espíritu en nosotros; ya que el Hijo fue enviado por el Padre al mundo para salvarnos y el Espíritu Santo fue enviado a nuestros corazones para hacer realidad la salvación que Cristo nos trae..."Cuando se cumplió"- indica la Escritura- el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer, para dar libertad a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.  Y por cuanto somos hijos, envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama:  ¡Abba, Padre! Así que ya no somos esclavos sino hijos; y si hijos, también herederos de Dios por medio de Cristo"(Gálatas 4:4-6).
La doctrina acerca del Espíritu Santo ha sido ampliamente desarrollada en los escritos del Nuevo Testamento, pero siempre en estrecha relación con Cristo y su obra.  Esto lo podemos ver particularmente en los Evangelios.
Juan nos recuerda las palabras de Jesús en lo que se ha llamado "el discurso de despedida".
"Yo le pediré al Padre que os mande otro Defensor, el Espíritu de la Verdad, para que esté siempre con vosotros... Os estoy diciendo todo esto mientras estoy con vosotros, pero el Espíritu Santo, el Defensor que el Padre va enviar en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho"(Juan 14: 16-26).
"Os digo la verdad:  es mejor para vosotros que yo me vaya.  Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con vosotros; pero si me voy, yo os lo enviaré"(Juan 16: 7).
"Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye, y os hará saber las cosas que van a suceder.  El me honrará a mí, porque recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer"(Juan 16: 13-14).
Los evangelistas sinópticos, entre otras cosas, nos refieren aspectos de la vida de Jesús en los que el Espíritu Santo tiene una particular intervención:
Jesús fue concebido en María por obra y gracia del Espíritu Santo(Mateo 1: 18-20 y Lucas 1: 30-35).
En el bautismo administrado a Jesús por Juan el Bautista en el río Jordán, el Espíritu Santo se hizo presente allí como en forma de paloma,(Mateo 3: 16; Marcos 1: 10 y Lucas 3: 21-22).
El Espíritu Santo, después de ser bautizado Jesús, le conduce al desierto para ser tentado por el diablo(Mateo 4: 1; Marcos 1: 12 y Lucas 1: 4).
Juan bautizó con agua, pero el bautismo con el que Jesús bautizará será en el Espíritu Santo(Mateo 3: 11; Marcos 1: 8 y Lucas 3: 16).
Jesús regresó a la Galilea por el poder del Espíritu Santo para dar inicio a su ministerio público.(Lucas 4: 14).
El mismo Jesús, citando a Isaías, reconoce que el poder en su ministerio procede el Espíritu Santo(Mateo 12: 15-2; 12: 28 y Lucas 4: 16-21).
Jesús promete que el Espíritu Santo asistirá y hablará por los cristianos que darán la cara por el Evangelio.(Mateo 10: 20; Marcos 13: 11 y Lucas 12: 12).
La relación de Cristo con el Santo Espíritu es tan estrecha que, como indicara Ignacio Hazim, Obispo Ortodoxo, Cristo sin el Espíritu Santo sería una figura del pasado, y su Evangelio letra muerta, pues sin la inspiración del Espíritu no se tendría acceso a Jesús reconociéndoles como Señor, ya que el que no tienen el Espíritu de Cristo no es de Cristo"(Romanos 8:9b) y nadie "puede decir; Jesús es el Señor, sino habla por el poder del Espíritu Santo"(I Corintios 12: 36).
Rev. Salvador Gavaldá Castelló

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