domingo, 4 de marzo de 2012

LA MUJER, DON DE DIOS PARA LA IGLESIA

El próximo jueves, 8 de marzo, celebraremos el Día Internacional de la Mujer; hoy celebramos y damos gracias a Dios por los dones de la mujer cristiana o, si prefieren, por la mujer como don de Dios para la Iglesia.  Creo que todos estamos suficientemente conscientes del importante papel que las mujeres han desempeñado y desempeñan en los propósitos de Dios para nuestro Mundo.

En el Antiguo Testamento, a pesar de que muchos de sus pasajes reflejan las ideas corrientes en aquel mundo respecto a la mujer, considerada más como una cosa que como una persona y subordinada incondicionalmente al hombre, reconocemos y apreciamos la función que muchas de ellas desempeñaron, por su gran fe e incondicional disponibilidad, en aquella importante etapa de la salvación.  Pensemos, en Sara, esposa de Abraham y madre de Isaac; Raquel, esposa de Jacob y madre de José y Benjamín; María, hermana de Moisés, famosa por su cántico "Cantaré yo a Jehová por que se ha magnificado grandemente"; Débora, juez y profetiza, relacionada también por otro inspirador cántico junto con Barac; Noemí, esposa de Elimelec; Rut, nuera de Noemí y esposa de Booz, antepasados de David; la prostituta Rajah; Ana, esposa de Elcana y madre de Samuel; Abigail, esposa de Nabal; la viuda de Sarepta y la mujer sunamita, relacionadas respecivamente con los profetas Elias y Eliseo; Ester, sobrina de Mardoqueo y esposa de Asuero; etc.  En fin, la historia de cada una de estas mujeres es un elocuente testimonio de fe y esperanza en Dios y en su designio.

Al llegar al Nuevo Testamento, tanto los Evangelios como el libro de los Hechos y las Cartas, particularmente las paulinas, registran con claridad meridiana el compromiso de las mujeres en torno a la figura de Jesús y su ministerio.

Si tenemos en cuenta la actitud del judaísmo tardío que se radicalizó con respecto a la mujer y en ocasiones rayó en discriminatoria y denigrante, la actitud de Jesús tuvo matices de revolución, ya que coloca a la mujer al nivel del hombre en dignidad, y junto al hombre está llamada a vivir y trabajar en la novedad del Reino de Dios.

Si bien es cierto que las mujeres no fueron enviadas en los días del ministerio público de Jesús, como se hizo con los discípulos, a predicar y sanar, no es menos cierto que contribuyeron eficazmente, junto a Jesús, comprometiéndose hasta con sus bienes materiales.  Lucas habla específicamente de María Magdalena, Juana, mujer de Chuza y Susana.

Testigos de primer orden fueron las mujeres en la muerte de Jesús y tuvieron el privilegio de ser las primeras en recibir el anuncio de que Cristo había resucitado y en testificar acerca del Resucitado.

Función muy destacada desempeñó María("He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra") en calidad de esposa de José y madre de Jesús de Nazareth.

No podemos olvidar a Elizabeth, esposa de Zacarías y madre de Juan el Bautista; Ana, la profetiza la que "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén"; la viuda de Naín; la mujer que entró en casa de Simón el fariseo; la mujer que tocó el manto de Jesús; la mujer encorvada sanada en un día de reposo; la mujer sirifenicia; y las hermanas Marta y María.

Después de la resurrección, las mujeres permanecieron unánimes en oración junto a los discípulos.  concretamente el texto sagrado destaca la presencia de María, la madre de Jesús.

En el proceso de consolidación de la Iglesia y proclamación del evangelio, las mujeres trabajaron con visión, entusiasmo y eficacia sin traumas ni reservas, dando lo mejor de ellas mismas.   Destacamos a María, la madre de Juan Marcos en Jerusalén, Lydia de Tiatira en Filipos, Priscila, esposa de Aquila, en Corinto y Febe, la diaconisa de la Iglesia de Cencrea.

El Apóstol Pablo celebra al dirigirse a su discípulo Timoteo, el testimonio de fe de su abuela Loida y de su madre Eunice.  Hoy, nosotros, celebramos con el mismo entusiasmo el que, en el transcurrir de la historia de la Iglesia, las mujeres han seguido, como en los primeros años, escribiendo páginas gloriosas de fidelidad y amor al Evangelio, siviendo y contribuyendo excelentemente en la construcción de un mundo mejor y más justo.

Felicidades a nuestras mujeres, al mismo tiempo que nos felicitamos, por los dones con que Dios las ha distinguido; pero sobre todo por el don de la mujer en su Iglesia y para su Iglesia.

Rvdo. Salvador Gavaldá

No hay comentarios.: